En esta modesta web hemos conseguido la colaboración de un filósofo y teólogo afincado en Roma. Se llama Petronio. De la misma manera que Yamir nos enviará vía email, enseñanzas y cuentos con base en el budismo y en el hinduísmo, Petronio, hará lo propio con enseñanzas basadas en el cristianismo.
Tanto Yamir como Petronio se comunican conmigo vía email en inglés. Después yo traduzco sus enseñanzas y cuentos y las publico aquí.
Espero que os gusten las enseñanzas de Petronio, como sé que os gustan las de Yamir. Demos pues ya la bienvenida a Petronio con su primer email enviado desde Roma, con una interesante tema: la esclavitud de la ansiedad y las preocupaciones. ¿Hay alguien en este planeta que no tenga preocupaciones que le causen un mayor o menor grado de ansiedad?. Cuando acabemos de leer ésta enseñanza de Petronio, deberíamos poder relativizar ese problema.
Qué pensaría usted si:
Su hijo de diez años está preocupado. Está tan ansioso que no puede comer. Tan preocupado que no puede dormir. «¿Qué ocurre?», usted le pregunta. Él mueve la cabeza y se queja: «No tengo un plan de pensiones».
Su hija de cuatro años llora en la cama. «¿Qué pasa, querida?» Ella responde: «Nunca voy a aprobar química en la universidad».
¿Cómo respondería a tales declaraciones? Su respuesta sería enfática: «Eres demasiado pequeño para preocuparte de tales problemas. Cuando llegue la oportunidad, sabrás qué hacer».
Afortunadamente la mayoría de los niños no piensan en esas cosas. Desafortunadamente los adultos sí lo hacemos. La preocupación es toda una pesada bolsa de cargas. Está llena de ¿y si ocurre esto … ? y de ¿cómo haría yo… ? «¿Y si revienta la caldera y se inunda mi casa?»
«¿Cómo puedo saber cuándo dejar mi trabajo y arriesgarme a entrar en otra empresa?» «¿Y si me caso con un adúltero/a?» «¿Cómo pagaremos la hipoteca si uno de los dos pierde el trabajo?» «¿Y si suben los tipos de interés?» Una bolsa de preocupaciones. Voluminosa. Incómoda. Fea.
Áspera. Difícil de llevar e imposible de dejar. Nadie quiere sus preocupaciones.
La verdad sea dicha, usted tampoco la quiere llevar. Nadie tiene que recordarte el elevado costo de la ansiedad (pero yo lo haré de todos modos).La preocupación divide la mente. La palabra bíblica preocupación ( merimnao )
En griego está formada por dos palabras, merizo (dividir) y nous (mente). La ansiedad divide nuestra energía entre las prioridades de hoy y los problemas de mañana. Parte de nuestra mente está en el ya ha ocurrido; el resto está en el todavía no. El resultado es una vida con la mente dividida.
Ese no es el único resultado. La preocupación no es una enfermedad, pero causa enfermedades. Se la ha relacionado con la hipertensión, los problemas cardíacos, la ceguera, la migraña, los problemas de la tiroides y una gran cantidad de desórdenes estomacales.
La ansiedad es un hábito caro. Valdría la pena si diera buen resultado. Pero no.
Nuestros esfuerzos son inútiles. Jesús dijo: «¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?» ( Mateo 6.27 ). Los afanes nunca han dado brillo a un día, ni han resuelto un problema, ni curado una enfermedad.
Lamentablemente, la preocupación es un trabajo que uno no puede delegar, pero lo puede vencer. No hay mejor lugar para comenzar que en el versículo dos del salmo del pastor.
me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas
dice David. Y, por si acaso lo hemos captado bien, repite la frase en el versículo siguiente:
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Va delante, limpia el sendero, corta las ramas, señala el camino. Al llegar a una curva, dice: «Dobla hacia allá». Al subir, señala: «Sube aquí». Cerca de las rocas advierte:
«¡Cuidado!»
Él nos guía. Nos dice lo que necesitamos saber cuando necesitamos saberlo. Como lo diría un escritor del Nuevo Testamento: «Hallaremos gracia cuando la necesitemos».
La ayuda de Dios es oportuna. Se pone entre usted y su necesidad.
¿No fue esta la promesa que dio a sus discípulos?
«Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad ; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo» ( Marcos 13.11 ).
¿No es ese el mensaje de Dios a los hijos de Israel? Prometió proporcionarles el maná cada día. Pero les dijo que recogieran sólo lo necesario para un día. Los que desobedecieron y recogieron para dos días encontraron que al segundo día el maná se les había descompuesto. La única excepción a la regla era el día previo al reposo. El viernes podían recoger el doble. Dicho de otro modo, Dios les daría lo necesario en su tiempo de necesidad.
Dios nos guía. Dios hará lo que corresponde a su debido tiempo.
Puesto que sé que su provisión es oportuna, puedo disfrutar del presente.
Basta a cada día su propio mal» ( Mateo 6.34 ).
La última frase es digna de destacarse: «Basta a cada día su propio mal».
«No sé qué haré si mi esposo muere». Lo sabrás en el momento oportuno.
«Cuando mis hijos dejen la casa, no creo que pueda soportarlo». No será fácil, pero la fortaleza llegará en el momento oportuno
«Yo no podría aconsejar a mi hijo qué carrera debe estudiar. Hay muchas cosas que no sé». Quizás usted tenga razón. O quizás quiere saberlo todo demasiado pronto. Podría ser que Dios le revele todo en el momento oportuno.
La clave es la siguiente: Enfrente los problemas de hoy con la energía de hoy. No se fije en los problemas de mañana hasta mañana. Aun no tiene las fuerzas de mañana. Ya tiene suficiente para el día de hoy.
Dios no le va a dejar ver el escenario distante. Así que puede dejar de buscarlo. El Señor nos promete una lámpara a nuestros pies, no una bola de cristal para mirar el futuro. No tenemos que saber lo que ocurrirá mañana. Basta saber que Él nos guía y que vamos a «alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» ( Hebreos 4.16).
Salmo del Buen Pastor
El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
A.M.G.D.D.
2 Comments
Muy buena.
Gracias Javier. ¿Te gustan estos temas? ¿o tienes preferencia por otros?