El problema del mal
El problema del mal es uno de los mas importantes que se ha planteado el ser humano. ¿Por qué me ocurren cosas malas? ¿de donde viene el mal? ¿la cantidad de mal que hay es la mínima o hay un exceso de mal? ¿qué puedo hacer para evitarlo?. Y si finalmente me ocurre ¿cómo puedo darle sentido, o al menos, racionalizarlo?.
En este post voy a responder a estas preguntas con lo que ya sé y he leído, y también con mi opinión personal. Al final daré un método práctico para racionalizar el mal, las cosas malas que me pueden ocurrir. No es infalible, pero ayuda a orientarse.
Introducción al problema del mal
El hombre de hoy se siente en todos los ámbitos de su existencia amenazado por el problema del mal con una desacostumbrada violencia. Incluso se ha afirmado frecuentemente que la humanidad nunca había estado tan marcada por el poder del mal como hoy.
Envidia y avaricia, venganza y afán del poder, es decir, lo que san Agustín llama amor sui, amor propio, son las explicaciones corrientes de la realización del mal, donde la maldad humana es capaz incluso de sobrepasar las fronteras del puro egoísmo y obrar el mal sólo para dañar al prójimo.
Hoy con frecuencia se relaciona el mal con la idea de agresión. Pues está, claro que la agresión no nace únicamente del anhelo frustrado de justicia y solidaridad, también es un producto del miedo en un sentido muy amplio. El miedo existencial se trueca generalmente en depresión o en agresión.
El problema del mal se convierte así en la manera que los hombres tienen de interpelar a Dios, de decirle por qué nos pasa lo que nos pasa.
El hombre que cree que si el mundo salió de las manos de un Dios bueno, no se puede comprender que este Dios también haya creado el mal.
El no creyente, en cambio, se siente confirmado en su incredulidad. A la vista de tanto mal e imperfección ¿no es preciso concluir que Dios no está presente, más aún, que Dios no existe?.
Primera fuente del mal: El hombre
Homo lupus homini, el hombre es lobo para el hombre. El ser humano tiene un deseo innato a tener más de lo que tiene y de lo que le corresponde. Este impulso que conduce al hombre a siempre nuevas aventuras, trabajos y conocimientos,
es su fatalidad cuando le induce a sobrepasar sus límites.
Toda prohibición despierta en el hombre la impresión de que algo se le retiene. Esto lo vemos claramente en el relato de Adán y Eva. El hombre lo tiene todo, vive en el paraíso, no trabaja y es inmortal. Además Dios le provee de todo lo que necesita. Incluso de una mujer. Fijaros que Adán no pidió la compañía de la mujer. Es Dios al verlo solo cuando decide crear a Eva.
Adán sólo tenía que obedecer una regla, una sola. No comer el fruto de cierto árbol. La gráfica descripción circunstanciada de la narración no puede paliar esta disposición esencial del hombre a estropearlo todo en el último momento.
Todos sabemos como sigue la historia. Aparece Eva, aparece la serpiente. La serpiente seduce a Eva y la hace comer del fruto prohibido y Eva seduce a Adán para que coma del fruto prohibido. Dios se entera y los expulsa del paraíso. Pasan a ser mortales, a enfermar y a morir y a tener que trabajar para vivir.
A pesar del intento de cargar la mala acción sobre la serpiente («La serpiente me
ha seducido»), sobre el compañero («La mujer me dio del árbol») y hasta indirectamente sobre Dios («La mujer que me has dado»), se queda el hombre ante Dios como responsable inmediato y total.
A él le fue dado el mandamiento, de él se toman declaraciones, a él, como a su mujer, afecta el castigo sin limitaciones. Sólo en apariencia se puede hacer a la serpiente responsable de toda la catástrofe.
Es verdad que el narrador le señala la función de seductora por su astucia, pero subraya al mismo tiempo que ella, como todos los seres vivientes, fue creada por Dios.
El proceso de la tentación que se desarrolla en el interior del hombre, se proyecta hacia fuera en el diálogo con la serpiente. Ésta personifica al adversario del corazón humano. Todavía otro detalle aclara la narración del pecado original
Una vez el hombre ha aceptado el mal, no es él solo quien ha cambiado de situación. El pecado contagia, pasa a otros. Esto entroncaría con el problema de las maldiciones intergeneracionales, muy poco conocido en su verdadera dimensión.
Los brujos y brujas de la new age han popularizado las «limpiezas del árbol generacional» aunque mas como medio de ganar dinero. Pero el tema de fondo puede ser muy real, muy grave y ser una verdadera fuente de mal totalmente desconocida para la humanidad.
Se podrá creer o no en el relato bíblico y las acotaciones que he hecho. Pero es innegable que ilustra perfectamente, que en el hombre hay una atracción innata hacia el mal mas o menos reprimida, mas o menos soterrada. Hay una fatalidad que nos impulsa a «fastidiarla» siempre, antes o después.
Por la tanto ya hemos identificado una primera fuente de mal: el propio hombre con su tendencia irresistible a cometer actos malvados.
Segunda fuente de mal: El mundo físico
Bueno, siguiendo con nuestro análisis del problema del mal, tenemos claramente identificada una segunda fuente de mal: el mundo físico.
Vivimos en un cosmos material que tiene unas leyes físicas a las que estamos sometidos. La lista de cosas malas que pueden ocurrirnos, simplemente por fuerza de esas leyes naturales, es prácticamente interminable.
Golpes, caídas, quemaduras, congelaciones, aplastamientos, asfixias, atragantamientos, envenenamientos, cortes, electrocuciones, explosiones, ataque de animales, magulladuras…la cantidad de posibles accidentes es inabarcable. Hay estadísticas de muertes tontas en accidentes caseros que nos sorprendería de ver la de miles de personas que pierden la vida con esto.
Pero no sólo eso. Este universo material en el que vivimos puede ser una fuente de mal muchísimo mas terrorífica que puede afectar incluso a la misma supervivencia de este planeta-purgatorio en el que habitamos.
Asteroides, cometas, llamaradas solares, ondas gravitacionales, mini agujeros negros, explosión de supernovas, planetas errantes, perturbaciones en el mismo sol y un largo etcétera que pueden hacernos desaparecer en minutos y sin posibilidad de defensa alguna.
Las mismas enfermedades que padecemos y que en muchos casos nos acaban conduciendo a la muerte podrían considerarse como un efecto del mundo físico sobre nosotros. Al fin y al cabo, los virus y bacterias que nos atacan no dejan de ser fauna salvaje que nos agrede para colonizarnos y nos hace enfermar como consecuencia.
Pero en mi opinión no son causa física directa del mal, sino causa interpuesta o diferida. Los virus y bacterias son vida y como tal son un fenómeno emergente que tiene su propias leyes. El tema del conocimiento emergente es muy amplio en sí mismo y lo trataremos aparte mas adelante.
Tercera fuente de mal: el demonio
Los demonios como espíritus de enfermedades y daños. los demonios salen
sobre todo como espíritus de enfermedades, es decir, como poderes que causan la enfermedad en los hombres.
Satanás es el mal en continuo movimiento, es la mentira y la oscuridad personificadas, es lo opuesto al amor de Dios, es el odio y la violencia en persona… y quiere dominar sobre toda la humanidad y construirse su propio reino de tinieblas y oscuridad, imitando en todo lo que puede a Dios. Por eso, se le llama confrecuencia «el mono de Dios».
La imaginación se queda corta ante la gran variedad de figuras bajo las cuales se pueden presentar, generalmente, para asustar. Y esto, no solamente en apariencias visibles, también lo hacen a través de pensamientos, fantasías e imaginaciones de las más variadas e inculcando sentimientos de suicidio, tristeza, temor a condenarse, miedo, desesperación, etc.
Su presencia, aunque invisible, siempre causa inquietud y desasosiego; mientras que Dios y sus ángeles siempre nos dejan alegría y paz.
La influencia del maligno sobre las almas puede ser a través de tentaciones, con las cuales las induce al pecado. También puede ser con obsesiones, que son impulsos casi irresistibles o inclinaciones impulsivas, por ejemplo al suicidio, al sexo, a
blasfemar, a la ira, a la desesperación… La obsesión es como una tentación muy fuerte, pero no pasajera, sino permanente.
En cambio, la opresión diabólica es la acción de Satanás sobre los cuerpos o las cosas. Si esa cosa es una edificación entonces hablamos de infestación. Por ejemplo, en el caso de ciertas enfermedades raras que no tienen ninguna explicación médica o ciertas cosas producidas por los malos espíritus como voces, luces que se apagan, ruidos extraños, etc.
También en algunos casos, poco frecuentes, se puede dar la posesión diabólica.
Como hemos dicho antes el diablo influye fuertemente sobre determinadas personas. En la Edad Media, un ejemplo claro de esas personas eran las brujas y brujos o nigromantes.
Cuando hoy se habla de brujas, se piensa sin querer en aquel tipo de mujer vieja, jorobada, huesuda, que arrastrando los pies, con un cuervo en la espalda, una escoba en la mano y un gato negro que ronronea a su entorno, tiene su puesto en los cuentos populares.
Vive sola en el bosque, y, como a la larga nadie se daría por satisfecho con sólo hierbas y bayas, no es raro que ocasionalmente muestre apetito de comerse niños pequeños.
Hechizar, esto es, cambiar o suspender las fuerzas de la naturaleza, si no se era una santa taumaturga, sólo podía hacerlo una mujer con ayuda del diablo. También había hombres que podían hechizar y también ellos tenían tratos con el diablo.
Los hombres adquirían el arte del hechizo por medio de un adiestramiento sistemático que podía durar toda una vida.
El pacto con el diablo por el que se renunciaba a la salvación del alma, era una ocasión feliz de llegar a conocimientos de otra manera escondidos en la naturaleza
Es decir, esta fuente de mal, el demonio, el diablo, Satanás, solamente tiene sentido para los creyentes. Pero en todas las religiones siempre hay un sitio para el mal de origen sobrenatural. Es decir, estamos ante una fuente de mal, que no es ni el propio hombre ni las fuerzas de la naturaleza.
Es un tercer invitado que actúa con inteligencia propia y que ante su poder poco podemos hacer los humanos. Hablando con el padre Fortea sobre el tema de las persecuciones de brujas y nigromantes durante la edad media, el lo tenía claro.
Se les quemaba porque la Iglesia era consciente que eran una fuente de mal objetiva para el resto de la comunidad, pero no tenían otro medio de luchar contra ese mal. Igual que en la edad media no se podía curar una infección, tampoco había armas para enfrentarse a los brujos.
Faltaban todavía muchos años para que saliera el rituale romanum.
Metodología para racionalizar el problema del mal
Cuando nos ocurren cosas malas siempre intentamos encontrarles significado. Una enfermedad incurable o invalidante, una ruptura matrimonial traumática, violencia física, traiciones, venganzas por envidia… el catálogo no tiene límite
El problema de estas cosas que les pasan a los humanos es que muchas veces no tienen significado, es un problema al que le he dado vueltas.
El problema número uno de la filosofía es: ¿por qué hay algo en lugar de nada?
Es decir, ¿existe algún significado para el todo?
Sólo se puede resolver el problema del significado recurriendo a la divinidad. Pero ojo, ese no es un argumento para la Fe. En el fondo es pedir el comodín del público
Es decir, hacer que intervenga Dios en el problema es no resolverlo por elevación. Una cosa es aceptar la realidad y otra que tenga sentido/significado
La primera es una actitud estoica ante los palos de la vida y la otra es una racional que intenta encontrar sentido a algo que a mi juicio pocas veces lo tiene.
Por ejemplo: imagina por un momento que tu pareja te ha dejado por el monitor del gimnasio. Se las ha arreglado para echarte de casa y se ha quedado con todo.: ¿qué sentido tiene eso?. Realmente ninguno desde un punto de vista racional-humano. Pero si lees el libro de Job, seguramente que se lo encuentras. Dios te pone a prueba.
Pero para mi esa explicación es insatisfactoria. Decía una buena amiga que: «Si los héroes no se encontraran problemas en el camino no serían héroes. Sin problemas no hay viaje del héroe Los problemas los da la vida para q salgamos victoriosos de ellos.
O bien, Dios no envía pruebas que no puedas soportar y todas son por algo
Yo tengo un método práctico para intentar superar o al menos racionalizar las cosas malas que nos pasan y es el siguiente:
Responder objetivamente a la pregunta: ¿en que medida soy yo culpable de lo que me ha ocurrido? y dar por ejemplo un porcentaje. Si ese porcentaje supera el 50%, no tiene sentido hallarle sentido a mi desgracia, valga la redundancia.
El problema viene cuando el porcentaje es pequeño o cero. Es decir, cuando soy inocente: ahí es cuando el problema se subdivide y aparece el concepto de «el mal»
Si soy inocente, he sido víctima de un mal. Evidentemente y el problema del mal, casualmente, está muy estudiado. puede ser:
1) por el hecho de vivir sujeto a las leyes de la naturaleza
2) por ser víctima de otras personas
3) por ser víctima del demonio en sus múltiples formas de hacer el mal
Si lo piensas bien, no existen mas fuentes de mal. El mal es objetivo. Si me rompo una pierna, me la he roto, lo tome como me lo tome. No hay que minusvalorar el grado de culpabilidad que uno pueda tener, hay que tratar de ser objetivos con nosotros mismos.
Con esta metodología no he pretendido ni mucho menos resolver el problema, pero sí dividirlo, racionalizarlo. Divide et impera.
Enlaces de interés
Dominar nuestros miedos – Enseñanza de Yamir – La Cripta de John Dee
Símbolos mágicos, esotéricos y satánicos – La Cripta de John Dee