Petronio, el discípulo de Santo Tomás en este siglo XXI, me hace llegar una enseñanza que puede sernos muy útil para entender y aceptar ese momento por el que todos, grandes y pequeños, ricos y pobres vamos a pasar un día. Unos antes y otros después. Unos de grado y otros por fuerza, a la fuerza ahorcan dice el refrán español. Todos moriremos.
Pero dijo Jesús a un vidente, que la muerte realmente no existe. Existe la vejez, la enfermedad, los hospitales, las operaciones, los médicos, esos torturadores, los medicamentos, los tratamientos postreros e inútiles, las caras de preocupación de los familiares, rápidos cálculos de cuánto me va a tocar, rápidos cálculos de cuándo me va a tocar, finalmente la agonía….pero nada de eso es la muerte. Todas esas cosas ocurren cuando todavía estamos vivos.
La muerte, lo que se dice la muerte, es como atravesar una puerta abierta con rapidez. El paso dura solo escasas centésimas de segundo. Prácticamente imperceptible. Según Jesucristo, hay una continuidad entre esta vida y la siguiente. La agonía puede ser terrible, pero ahí todavía estamos vivos. El paso sin embargo es virtualmente instantáneo.
Petronio nos da esta enseñanza apoyándose en el texto del salmo del Buen Pastor.
Llegará un día en que Dios nos hará pasar la puerta, nos llevará a través de los valles y luego por el sendero de la montaña hacia las verdes praderas.
Pero, como escribe un pastor:
Cada montaña tiene sus valles. Sus lados están marcados por profundas quebradas,
barrancos y otros peligros. Y la mejor ruta hacia la cumbre siempre pasa por estos peligrosos senderos.
Todo pastor conduce su rebaño con cuidado, pero en forma persistente por el sendero serpenteante hacia arriba a través de oscuros valles.
El Salmo del Buen Pastor nos dice:
«Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan»
Con este salmo, David nos recuerda dos cosas importantes que pueden ayudarnos a vencer el temor del sepulcro.
1) Todos tenemos que enfrentarlo. En una vida marcada por citas con el doctor, citas con el dentista y citas con los exámenes, hay una última cita que ninguno de nosotros podrá eludir: la cita con la muerte.
«Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y
después de esto el juicio» ( Hebreos 9.27 ).
A todos nos gustaría cambiar este versículo. Bastaría con cambiar un par de palabritas: «Para algunos de los hombres … », o «Casi todos, menos yo … », o «Todos los blasfemos … ». Por cierto, este versículo resuelve el tema de la reencarnación, porque hay ciertos “cristianos” que creen posible seguir siéndolo y creer en la reencarnación.
Pero esas no son las palabras de Dios. En su plan todos deben morir, aun
los santos entre los santos.
La muerte no es un tema popular. Nadie quiere hablar de ella y menos considerarla seriamente. Siempre les ocurre a otros. ¿Estaremos preparados cuando llegue?
El sabio tiene en cuenta la brevedad de la vida. El ejercicio físico puede darnos unos pocos latidos más. La medicina puede concedernos alguna prorroga. Pero hay un final. La mejor manera de enfrentar la vida es ser sincero acerca de la muerte. Es patético ver como muchos “famosos” echan una carrera al tiempo a base de dinero, cirugías, sólo por añadir 4 o 5 años más. Al final mueren y se les olvida como a todos. Cuando se encuentren en el Juicio particular de nada les servirá el glamour, la fama y el cuerpo. Sólo habrán acumulado podredumbre y pecados.
David lo fue. Es cierto que dio muerte a Goliat, pero no se hizo ilusión alguna en cuanto eludir al gigante de la muerte. Aunque su primer recordatorio nos hace ser cautos, su segundo recordatorio nos anima:
2) No tenemos que enfrentar solos la muerte.
Es como si el rostro de David, hasta ahora dirigido hacia nosotros, ahora se
levantara hacia Dios. Su poema se convierte en oración. En lugar de hablarnos a nosotros, le habla al Buen Pastor.
« porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan ».
El mensaje implícito de David es sutil pero de gran importancia. No enfrentes la
muerte sin enfrentar a Dios. Ni siquiera hables de muerte sin hablarle a Dios. Él y sólo Él puede guiarte a través del valle. Otros pueden especular o aspirar, pero sólo Dios sabe el camino para llevarte a su hogar. Sólo Dios está comprometido a llevarte hasta allá a salvo.
Años después que David escribió estas palabras, otro Pastor de Belén diría:
«En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os llevaré, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» ( Juan 14.2–3 ).
Nótese la promesa de Jesús: «Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo». Promete llevarnos al hogar. No delega esa tarea. Puede enviar misioneros que te enseñen, ángeles que te protejan, maestros que te guíen, cantores que te inspiren y médicos que te curen, pero no envía a otro para que te lleve. Esa tarea la reserva para sí mismo. «Vendré otra vez, y os tomaré conmigo».
« Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo ».
Cuando Dios nos llame al profundo valle de la muerte, Él estará con nosotros. ¿Nos atreveríamos a pensar que Él nos abandonará en el momento de la muerte?. ¿Exigiría Dios a su hijo que viajara solo a la eternidad? ¡Absolutamente no! ¡Él está contigo!
Lo que Dios dijo a Moisés se lo dice a usted: «Mi presencia irá contigo, y te daré descanso» ( Éxodo 33.14 ).
Lo que Dios dijo a Jacob se lo dice a usted: «Yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres» ( Génesis 28.15 ).
Lo que Dios dijo a Josué se lo dice a usted: «Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé» ( Jos 1.5 ).
Lo que Dios dijo a la nación de Israel se lo dice a usted: «Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo» ( Isaías 43.2 ).
El Buen Pastor está con usted. Porque está con usted, puede decir lo que David dijo:
«No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento».
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Así es