Eutanasia, la tentación al final del camino

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La eutanasia vista como misterio, como última tentación al final del camino. Casos y ejemplos de cómo se practica.

La eutanasia como misterio

Esta es una web de misterio. ¿Tiene algo que ver la eutanasia con el misterio?. Es una pregunta que se contesta por si misma. Evidentemente la eutanasia tiene que ver con el misterio. ¿Hay mayor misterio que la muerte y su antesala, el final de la vida?.

Me he documentado bastante bien para hablar de este tema, del ars moribundia, con algunos textos de difícil lectura por lo crudo y no menos real de sus páginas. Nadie quiere pensar en la muerte, pero todos moriremos. Nadie sabemos como vamos a morir, cuál será la enfermedad o accidente que nos llevará a la tumba, pero pocas muertes son apacibles. A nadie le gusta el dolor y lo rehuimos, pero la vida es dolor.

A medida que cumplimos años vamos teniendo un rosario de dolencias y enfermedades que ya nos acompañarán hasta el final de nuestros días. De una de esas dolencias, moriremos sino acaba con nosotros una inoportuna muerte violenta o accidental.

El tema de la muerte y su antesala es extensísimo y volveremos a el sin duda. Tiene varias vertientes. Hay que ir por orden y dejar algunas claras. Ayer oí un podcast donde 3 autodenominados doctores en algo, no sé si en teología o alguna cosa iban a a hablar del infierno. Tuve que apagarlo a los 10 minutos porque los tres doctores no hacían mas que atrancarse, liarse y explicarlo todo fatal. Simplemente por no ir por orden.

Veamos. La muerte es un instante. Punto. Primera verdad absoluta. El tránsito, el hecho de morir, la muerte, el adiós a la vida se produce en décimas de segundo. Un par de segundos en el mejor de los casos. Un intervalo de tiempo no nulo, pero muy corto y que la ciencia no puede determinar con exactitud porque es imposible y porque tampoco tiene sentido.

A las 12 en punto estás vivo y a las 12 y un segundo estás muerto. ¿Qué mas da lo que ocurra en el interior del cuerpo humano en ese segundo?. Es un instante muy corto, normalmente el moribundo y futuro muerto está inconsciente, y esta es la primera verdad que tenemos que tener en cuenta.

Segunda verdad o hecho incontrovertible. Hasta ese instante, hasta ese segundo en el que se produce la muerte, el moribundo y futuro muerto está vivo. Está muy mal, está enfermos, está en las últimas, está agonizando, está bien jodido, todo lo que queráis, pero está vivo. Va a morir inmediatamente, está ante sus últimas boqueadas, pero está vivo.

El problema de la muerte y lo que realmente aterra de ella, no es el instante en el que se produce, ese segundo fatídico, lo que de verdad aterroriza es el dolor y la agonía del tiempo previo a morir, que puede ser de horas, pero también días o incluso meses. Eso es lo que de verdad es espantoso

Así que tenemos un período mas o menos largo y desagradable que precede a la muerte. La muerte en si, que dura un segundo. Y toda una semieternidad después del segundo fatídico de la muerte.

  • La antesala de la muerte. Agonía. Fenómenos pre-mortem.
  • La muerte
  • La posible existencia post-mortem. Apariciones. Estructura del mas allá.

Y voy a saltarme todo el asunto religiosos del juicio, el castigo o las recompensas. He tenido la oportunidad de ver una muerte en directo hace poco tiempo. Mi padre, lamentablemente murió el pasado 29 de septiembre, y pude asistir a sus últimos momentos y parte del período de agonía. Fue un proceso ni largo ni corto, mi padre tenía 83 años cuando murió. Casi 84. Y arrastraba, como decía antes, una lista mas o menos nutrida de enfermedades, alguna de las cuales se lo hubiera llevado a la tumba en poco espacio de tiempo.

Pero no fue ninguna de esas enfermedades, graves algunas de ellas sin duda, sino un cáncer de vejiga en estadio IIIb, que le había sido diagnosticado un año antes. Un cáncer inoperable. Se le hizo una resección parcial y una limpieza mas bien por que viviera un tiempo mas que porque se fuera a curar. He decir aquí, que en medicina solo cura la cirugía y los antibióticos. Lo que llamamos curar. Tampoco se le pudo dar quimioterapia porque sus otras enfermedades lo impedían.

Y así anduvo el hombre durante un año entero. tengo que precisar que durante la mayor parte de ese año, mi padre no anduvo mal pese al diagnóstico, la edad y sus otras enfermedades. La cosa empezó a ponerse fea realmente 2 meses antes de morir. Ahí empezaron las idas y venidas al hospital etc. Pero no sufrió por el cáncer en sí, sino por todas las perrerías que te hacen los médicos en esa situación. Pinchazos, sondas, etc.

Ya se vio que no había mas tratamiento posible en el hospital o fuera de el, y decidimos ingresarlo en una institución de cuidados paliativos. Y allí no duró demasiado tiempo, porque en esas instituciones básicamente te van matando lentamente sin que te enteres. Esto suena muy mal, pero es una bendición, y ojalá todos cuando nos llegue la hora podamos llegar al otro lado en una de esas instituciones. básicamente te enchufan a una máquina de morfina. No muy grande, incluso portátil, a pilas. A la misma vez la alimentación, hidratación se va reduciendo al mínimo. Así ese binomio obnubilación por las drogas-limitación de la vida por hambre y sed va deslizándose lentamente por el filo de una navaja, hasta que la muerte física, ese segundo fatídico se produce.

Y se produjo. Mi padre en un momento dado dejó de respirar y se convirtió en un cadáver. Como decía antes, hasta ese momento, mi padre estaba vivo. Y después de ese momento, estaba muerto para siempre.

Esta es la historia de una muerte que yo he vivido en primera persona. Imagino que la mayoría de vosotros habrá tenido experiencias similares. No todos las muertes y los procesos que llevan a ella son tan fáciles y plácidos. Veamos el horror mas de cerca:

Philippe padece la enfermedad de Khaler, conocida también como mieloma múltiple, es una afección de la médula ósea provocada por una proliferación incontrolada de un tipo preciso de células sanguíneas de la familia de los glóbulos blancos: los plasmocitos.

Philippe padece desde hace tres años esta terrible enfermedad y llega a urgencias con unos dolores insoportables en la espalda. Su reacción parece inapelable: “me duele demasiado, de verdad. Quiero que me eutanasien. Ni a un perro se le dejaría vivir así. En nombre de la dignidad, exijo la eutanasia. El anestesista de guardia llega rápidamente y le pone una inyección epidural con un producto antálgico que, en pocos segundos, muestra su eficacia. Philippe vivió aún tres años, con sus dos hijos adolescentes y decía cuán necesario había sido ese tiempo para el proceso de duelo de sus hijos.

Otro caso que ejemplifica lo fácil que es pasar de médico a verdugo.

La señora V. lleva varios años en una residencia de convalecencia y cuidados, y acaba de sufrir un ictus. Permanece estable y consciente, pero ha perdido el habla. Ahora bien, sabemos que en estas situaciones a menudo es posible una mejoría, sobre todo a los dos o tres días del accidente vascular. En la reunión del equipo, el auxiliar que se ocupa de ella plantea, con toda naturalidad si no se le podría proponer la eutanasia a esta mujer. Después de todo está muy disminuida tras el ictus. La mayoría del equipo reaccionó enérgicamente, pero este ejemplo pone de manifiesto hasta que punto el asunto se aborda con una ligereza glacial.

Un caso mas donde incluso en medio del padecimiento de una enfermedad mortal, la enferma se ve empujada a pedir la eutanasia porque sus familiares quieren heredar cuanto antes:

La señora M. padece un cáncer de pulmón y solicita la eutanasia. Su deseo es escuchado y la tomamos en serio, pero es un deseo que me empuja a adentrarme más en la historia de esta persona. Después de una larga conversación, manifiesta: “peso 33 kilos y soy una carga para la sociedad. Además mis dos hijas están esperando que me muera para heredar la casa”.

Me pregunté entonces cuál era la demanda real que planteaba esta paciente. ¿Era deme la muerte o acaso era, por favor, hágame ver que al menos para usted sigo teniendo algún valor, a pesar de mi sentimiento de inutilidad y de desamparo familiar?

Ya os digo yo, que si eso me ocurre a mi, ignoro si viviré mucho o poco, pero lo que es seguro es que mis familiares no heredarán ni un euro de mi fortuna. El dinero me lo fundo o lo regalo y las casas las hipoteco y me machaco el producto de las hipotecas. Es un consejo que ya os doy desde ahora mismo para evitar los peligros de que os eutanasien contra vuestra voluntad. Cero euros. Ningún dinero. No casas. No coches. No nada. Es un seguro de vida. No hablo a humo de pajas, durante el desastre de ancianos muertos y desatendidos en las residencias durante la epidemia de virus, se produjeron miles y miles de desheredamientos. los notarios tuvieron mucho trabajo

Veamos otro ejemplo donde la petición de eutanasia esconde en el fondo una llamada de socorro:

Una joven paciente bipolar ha tenido una segunda tentativa de suicidio. El médico de guardia le sugiere la posibilidad de hacerse eutanasiar. La paciente monta en cólera, ya que no quiere morir: “¿Pero es que no ve que no soy mas que una mierda? ¡Mis padres adoptivos me han rechazado y estoy sola en el mundo!”.

Y aquí tenemos un ejemplo de cómo a veces se nos calienta la boca con el tema de la eutanasia sin conocernos a nosotros mismos y sin apercibirnos de nuestra propia cobardía a la hora de la verdad como dicen los toreros.

Gilberte padece la enfermedad de Huntington y pide la eutanasia. El médico llama a un colega, tal y como prescribe la ley, y un mes mas tarde la paciente es trasladada a un hospital que practica la eutanasia. En el momento del acto, Gilberte sufre una crisis de angustia y rechaza categóricamente que la toquen. Mas tarde le confesaría al médico: “Mis hijos son quienes me convencieron de que yo ya no tenía calidad de vida”

Cuidado con esto temas que vivimos en un mundo muy buenista, donde impera el buen rollito, las zonas de confort, lo políticamente correcto, no herir con las palabras, haz caso a los expertos,…Y a la hora de la verdad lo único que te encuentras es un médico sicario de la eutanasia que lo que quiere es aligerar camas y ahorrar un dinero al hospital que el ni provee ni gestiona. Y nuevamente, por si alguien piensa algo, lo digo por experiencia propia. Mi suegro sufrió un ictus hace 3 años y estuvo 2-3 días al borde de la muerte, sin mucha posibilidad de sobrevivir y en cualquier caso con graves secuelas.

Allí a los pies de la cama, con toda la familia rodeando al enfermo se acercó el diablo en forma de presunto doctor a tentar a la familia, sugiriendo de soslayo y con voz sibilina la posibilidad de la eutanasia. Básicamente vino a decir que le hiciéramos un gesto y el se encargaba de todo. Yo pensé: ¿Qué va a hacer? ¿ponerle una almohada en la cara?. Hospital público de renombre de la ciudad de Madrid. Además se parecía Herbert West de la película re-animator, ese que iba con la jeringuilla con un líquido de color verde fosforescente.

Puede parecer que yo estoy en contra de la eutanasia y eso no es así. De hecho la eutanasia se practica a diario incluso en hospitales religiosos, porque no es realmente eutanasia. Tú tienes unos dolores insoportables, y te prescriben morfina en vena, en combinación probablemente con otros fármacos, pero básicamente morfina. Porque es lo único que al final te alivia los dolores. Y la morfina tiene dos cosas. Una que produce resistencia; cada vez hace falta mas dosis para producir el mismo efecto. Y dos, la morfina te mata; a la larga te va socavando la capacidad respiratoria. Así que, ahí lo tenemos: la eutanasia, que no es eutanasia.

Y otro tema distinto es hacer ley de esto, que al final lo que produce son abusos. Y no olvidemos una cosa; todos llegaremos a viejos. Probablemente, al final de nuestras vidas todos estaremos parcial o totalmente incapacitados, física o mentalmente o ambas. Y o tenemos muy claro este tema de la eutanasia, o puede que nuestros propios familiares nos liquiden para arramplar con la herencia, o bien lo hará un médico fanatizado, ejemplos de lo cual ha habido en España. En concreto en Madrid, hemos tenido nuestro particular Dr. Muerte.

Otro ejemplo donde vemos que no solamente cura la medicina sino el contacto espiritual con la gente que te quiere.

La Sra. R. llega a una unidad de cuidados paliativos tras muchos meses hospitalizada en un servicio de oncología. El informe del oncólogo es muy claro: “esta paciente va a morir en los próximos días”. Dedicamos tiempo a recibirla, le proponemos un baño, que acepta de mucho grado. Le preguntamos cuál es su música preferida y nos dice que le gusta el acordeón. Encontramos un cd que suena durante los cuidados y percibimos que la Sra. R. se relaja. Le proponemos maquillarla y pintarle las uñas y, cuando sale de la sala de baño, su hija exclama: “¡Pero qué guapa estás mamá!”. Y ella responde: “no es por el maquillaje, sino por la mirada de las enfermeras”. La Sra. R., que iba a morir en breve según las previsiones del oncólogo, abandonó el servicio de cuidados paliativos, tras seis meses de hospitalización, para volver a casa rodeada de los suyos.

Aquí vemos dos grandes verdades que los médicos conocen bien. La actitud positiva y el amor, la compasión y la profesionalidad, curan tanto o mas que las medicinas. Y que el miedo al cáncer produce cáncer. No deberíamos olvidar jamás estas grandes verdades.

Ahora veremos un ejemplo donde la práctica real de la eutanasia, mal llevada y mal enfocada puede poner a los directamente involucrados al borde de la psicosis.

Una enfermera acababa de vivir la eutanasia de su marido. Este, afectado de un cáncer en estadio terminal, le había pedido que eligiera la fecha de su muerte programada, pero sin decírsela. El paciente se encontraba en su domicilio, con una perfusión, y el médico pasaba cada día. Esta enfermera se encontraba muy apesadumbrada. “Mi marido fue eutanasiado y ni siquiera estoy segura de que encajara en las condiciones de despenalización. Sufría, es verdad, pero los medicamentos lo aliviaban. Durante muchos días estuve preguntándome cuál sería el día adecuado para darle muerte, pero no podía siquiera hablarle de ello. Finalmente el médico y yo acordamos una fecha, pero como le había prometido no comunicárselo, no pude despedirme de el. El día de su muerto nos morimos los dos: él físicamente y yo psicológicamente.”

Cuidado con jugar a ser Dios y a hacerte dueño de la vida y de la muerte de una persona, y sobre todo si esa persona es alguien tan cercano como el caso del ejemplo. La eutanasia puede estar todo lo despenalizada que uno quiera, pero lo que no está despenalizado es la enfermedad mental o el trastorno psiquiátrico al que te puedes deslizar cuando juagas a los dados con la vida de tu cónyuge como el caso que os acabo de relatar. Si sale impar mañana mueres y si sale par, mueres pasado mañana.

En el ejemplo siguiente, veremos como la maldad se infiltra poco a poco hasta acabar con la vida de un inocente. Cuesta creer que en esta historia no esté detrás la mano del mismo diablo.

Todo hemos oído, esa joven que no tenía mas habitación que un trastero encima del garaje. Sus padres le echan en cara que no hubiera sido chico. Su madre le decía constantemente: “si por lo menos hubieras sido un niño..”. La misma madre decía de Nancy: “la primera vez que vi a Nancy, se rompió mi sueño, era tan fea, yo había traído al mundo a un monstruo, a un fantasma..”. Mientras que los otros niños podían descansar al volver de la escuela, Nancy debía ayudar en casa. Su madre decía: “tengo tres niños un marido y un trabajo, es lógico que una chica ayude en la limpieza ¿no'”.

Mucho tiempo después, Nancy quiso convertirse en Nathan. Empezó siguiendo un tratamiento hormonal, después solicitó una amputación de los senos y una faloplastia. Nancy, convertida ya en Nathan, dijo: “cuando me miré en el espejo, me di asco. Mi nuevo pecho no se correspondía con mis expectativas y mi nuevo pene presentaba síntomas de rechazo”.

Nathan pidió la eutanasia. De acuerdo con la ley, tres médicos estimaron que el sufrimiento de Nathan era insoportable e irreversible.

Antes de su muerte, Nathan escribió una carta a su madre, la cual dijo al leerla: “Está plagada de mentiras, para mí este capítulo está cerrado. Su muerte me da igual. No siento ningún dolor, ninguna duda, ningún remordimiento”.

Y aquí vemos claramente las consecuencias de la irreversibilidad de ciertas decisiones y de ciertos actos. Amputar unos senos saludables de mujer no te confieren un pecho masculino. Y sustituir una vagina por un colgajo en forma de pene, que además en el caso del ejemplo empezaba a descomponerse por el rechazo, no te convierte en hombre y menos aún podrá proporcionarte placer sexual. Las mismas hormonas y sus efectos solo se pueden revertir si se abandonan en los primeros meses de tratamiento. Y elevan enormemente la probabilidad de sufrir vario tipos de cáncer.

Nuevamente el precio de jugar a ser Dios con nuestro propio cuerpo trae como resultado no pocas veces, la muerte.

 

La eutanasia como tentación

Al final, por qué es una tentación la eutanasia. Desde mi punto de vista, es una tentación porque tiene un coste de oportunidad alto medido en sufrimiento futuro. Supongamos que a un enfermo desahuciado por la medicina, y con un futuro muy incierto y muy sombrío, vamos que mas poco tiempo de vida y pasar las de Caín, se le propone la eutanasia para cuando el quiera, por ejemplo en el plazo de una semana.

El enfermo tiene dos posibilidades.

a) no hacer nada, seguir con el tratamiento y cuando la cosa se ponga realmente fea, que se va a poner, pues ya entraríamos en un programa de cuidados paliativos, estilo al ejemplo que os puse antes con el caso de mi padre. Las perspectivas no son muy buenas. Entraría en un período de sufrimiento, de idas y venidas al hospital, curas, operaciones, tratamientos, pinchazos, sondas…vamos, el infierno en la tierra. Mi padre cuando lo pasó mal fue cuando tuvo que atravesar ese calvario. Además, esto no son matemáticas, depende mucho de cómo responda el cuerpo, de lo que el médico piense que puedes durar, la eficacia de los tratamientos…en fin, tal y como he visto yo la medicina moderna, si quieren, te torturan durante meses antes de que el cuerpo se rinda.

b) Se ofrece la posibilidad de la eutanasia, y claro, tienes en tu mano una carta muy poderosa que puedes jugar de inmediato. El coste de oportunidad es lo que dejas de ganar en inversiones alternativas cuando te decides por una. Lo que dejas de ganar lógicamente solo lo sabes cuando ha pasado el tiempo. En paralelo, tampoco sabes exactamente cuánto vas a sufrir hasta que tu cuerpo se venza del todo. En cuidados paliativos solo te meten cuando estás ya en las últimas o muy cerca. Luego aquí ¿Cuál es el coste de oportunidad?. El coste de oportunidad es la cantidad de sufrimiento que voy a dejar de padecer si opto por la eutanasia ahora. Y aunque nadie conoce el futuro, es poner en la balanza una muerte fácil y rápida ahora contra unas semanas de vida parecidas al infierno en la Tierra, solo aliviadas por unos hipotéticos cuidados paliativos hacia el final. Suponiendo que tengas acceso a esos cuidados paliativos, que sean efectivos con tu enfermedad, que los puedas pagar, etc, etc, hay muchos factores a considerar.

Entonces, alguien que está entre la espada y la pared, atendiendo a este coste de oportunidad, puede optar rápidamente por la eutanasia. Por eso es una tentación. Si lo pensáis detenidamente, el coste de oportunidad está en la base de todas las tentaciones.

Y esta tentación la que separa los cuidados paliativos de la eutanasia. Y es un salto peligroso ejemplificado en los casos que hemos expuesto mas arriba. Proporcionar cuidados paliativos es algo inocuo aunque garantiza un tránsito fácil al otro lado, pero la eutanasia propone un fin abrupto, una continuidad interrumpida, una presunta solución inmediata a un problema grave. y no niego que en muchos casos igual es lo menos costoso en sufrimiento para el paciente. Se podrían poner muchos ejemplos: tetrapléjicos, enfermedad de Huntington, ELA…No te mueres de inmediato, no proceden quizá los cuidados paliativos, no lo sé y puede que la perspectiva sean años de sufrimiento.

Y lo que es peor y tenemos que tenerlo en cuenta, porque nos va a tocar. Al final estamos hablando de personas que están pasando las de Caín. No podemos tampoco moralizar ni dictar discursos que luego nosotros no cumpliríamos si nos vemos en la misma situación. Se impone aquí una vez mas, y esto es muy importante, emprender el sendero de la mano izquierda, conocerse a uno mismo. Saber de qué pasta estamos hechos, qué podemos esperar de la vida y qué es lo que queremos realmente y que precio en vida y sufrimiento estamos dispuestos pagar por obtenerlo. ¿Quiero vivir un año mas a costa de tratamientos terrible? ¿Para hacer qué?. Por otra parte hay que tener en cuenta que la práctica de la eutanasia al final es un homicidio. Consentido, por motivos caritativos, pero es un homicidio. Una persona mata a otra. Es un hecho drástico e irreversible, y las teorías son muy bonitas, están muy bien cuando te lo explican en la tele con reportajes lacrimógenos y tonterías buenistas.

La realidad es muy distinta. Porque cuando matas a alguien, tu no sabes nunca que motivaciones hay en el fondo para que esa persona muera. El médico mata porque el paciente ha firmado una hoja y ha pasado un proceso y la ley los ampara. Pero muchas veces desconocemos que ha empujado al paciente a firmar. El paciente está en una situación de debilidad, de confusión, de soledad. Puede ser víctima de familiares o desaprensivos que lo manipulan para que firme, que lo engañan, que le hacen chantaje moral para que se quite de en medio. Y esas decisiones muchas veces no son libres, no están auspiciadas por la caridad hacia el paciente y su terrible situación.

Luego está el tema de los sanitarios fanáticos de la eutanasia que quieren aligerar camas y recursos liquidando a pacientes o los peligrosísimos ángeles de la muerte que so capa de compadecerse de los sufrimientos de los enfermos lo que esconden son básicamente asesinos en serie.

Así pues, la eutanasia, como lo es el suicidio o también el asesinato oportunista, los saqueos, etc, están basados en el coste de oportunidad. Es el ahora o nunca, el hazlo ahora que puedes porque mañana igual es tarde y ya no se puede. Veamos un ejemplo mas:

Una enferma , que padecía cáncer de riñón con metástasis vertebrales que producen parálisis, seguía con su tratamiento, pero advertía regularmente y de manera bastante severa que mas adelante reclamaría la eutanasia. Parece ser que la paciente tenía miedo a quedarse enganchada a los cuidados intensivos. Algunos meses después, pusimos fin a su tratamiento contra el cáncer, porque se había vuelto ineficaz. La enferma, parapléjica fue trasladada a una residencia cerca de su hija. En ella pasó dos buenos meses y pudo salir varias veces. Seis semanas mas tarde su estado general se degradó. Llegaba el final. En ese momento, volvió a plantear una petición de eutanasia. Pero murió pocos días después, antes de que su petición hubiera podido ser cursada. De hecho ya estaba moribunda.

Podría decirse ya a modo de conclusión: ¿Qué problema hay en matar a alguien que se está muriendo?. Esta ocurrencia macabra refleja la realidad. Así se realizan muchas peticiones de eutanasia ilegal: tras haber expresado el paciente que tenía ganas de morirse, se van aumentando poco a poco las dosis de morfina hasta que se provoca la muerte. Es fiel reflejo de nuestra sociedad impaciente, que presiona a todo el mundo, también al personal sanitario, así como a la familia y al paciente. Cada vez se nos permite menos el tomarnos el tiempo de morirnos.

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